viernes, 30 de julio de 2010

EL DESPOTISMO DE LAS ENCUESTAS

La democracia –aquel régimen donde el diálogo entre ciudadanos es la forma de hacer política- ha cedido ante las encuestas, perpetuando con ello la imposición de la opinión de forma unilateral, y sobre todo, la estructura de dominación del voto.

Una ironía constante en las opiniones del común de las personas y de los políticos, es el decir que la “opinión pública” está en lo correcto o incorrecto, o decidió bien o mal, según qué opinan o a quien eligen. O que hay que “escuchar la voz del pueblo” siempre y cuando ésta se estime favorable.

Por otro lado, los medios, políticos, y otros tantos otros analistas, siempre que comentan las encuestas, nos hablan de “la opinión pública” o “la voz del pueblo” como un todo tajante y concluyente, aún cuando lo cierto es que eso no existe en la realidad.

Bajo esa lógica se producen ciertas ironías en cuanto a lo que llamamos opinión pública o la voz del pueblo, donde tenemos sujetos que por un lado –y según sea el caso- dicen: “la gente es tonta elige mal o no sabe” y en otros dicen “hay que escucharlos”.

En el ámbito político esta paradoja se hace más notoria con mayor frecuencia y de manera dual.

Por un lado, y puesto que los políticos, al no tener idea de lo que piensan las personas a nivel local y particular –porque no dialogan con éstas al estar en sus olimpos personales- sólo se tienden a guiar por lo que las encuestas y estadísticas les dicen acerca de lo que supuestamente opina la gente. Es decir, construyen en sus mentes un ideal de ciudadano –llamado opinión pública o voz del pueblo- al cual acomodan y aprecian según sus propias expectativas personales. Por eso, a veces lo odian apelando al elitismo, o lo aman apelando al populismo.

Por otro lado, las personas comunes y corrientes tienden a aceptar la imposición de la opinión -y subyugar las propias- sin ninguna clase de debate intermedio porque el medio –convertido en líder de opinión- a través de la estadística indica que es lo que la mayoría piensa.

Claramente, en todo lo anterior, la lógica del diálogo –que es la clave de la política y del ágora- se suprime por la de la asimilación. La gente tiende a asimilar una opción sin contraponer opinión alguna. Los políticos – del lado que sea, porque todos juegan a lo mismo- entonces tienen la herramienta perfecta para elevarse a los cielos y ejercer su dominio, por lo que tienden a sentirse cada vez más omnipotentes y como únicos merecedores de su posición y cargo.

Así, el ciudadano se ve reducido a una esponja que absorbe opciones políticas a través de la TV, que luego se traducen en un voto cada cierto tiempo. La política y la democracia entonces entran en estado de coma permanente.

En todo esto hay una distorsión monstruosa, en la mente del político, que olvida que el conjunto de ciudadanos son individuos y no una masa amorfa inconsciente; y en los propios ciudadanos que comienzan a asumir una posición de sumisión extrema que fortalece el elitismo y el dogma.

Así surge la nueva religión política, el despotismo de las encuestas.

jueves, 8 de julio de 2010

UNIVERSIDADES ¿QUÉ TRADICIÓN SE DEFIENDE?

El artículo “La universidad pública en gavetas oxidadas: de olvido y desigualdad” basa su argumento recordando la fundación de la primera universidad de la república de Chile, la Universidad de Chile, cuyo rol esencial “apoyar la educación elemental”.

Ese papel era consistente con el propósito republicano de emancipar, no sólo los cuerpos sino también las mentes de todos, para hacerlos ciudadanos. La universidad debía ser el motor para salir del freno que el colonialismo había dejado, y la base para una ciudadanía libre.

No obstante, ese valioso rol originario no se condice con el actual modelo de educación pública imperante, más eficiente en sedimentar la desigualdad. Quedó guardado en gavetas hoy oxidadas. Todos conocemos el punto de inflexión donde ocurre eso.

Esos estantes oxidados personifican a algunas de las actuales universidades públicas, convertidas en algunos casos en meros nichos de poder y nepotismo, que también han entrado en la ideología de la “educación-mercancía” favoreciendo el enriquecimiento de algunos a costa del esfuerzo de otros.

Entonces, surge la duda ¿Qué es lo que realmente se quiere mantener cuando actualmente se habla de proteger la universidad pública o estatal en términos tan amplios? ¿Esas gavetas oxidadas o ese rol originario enarbolado por Bello?

Este punto es clave en mi crítica –que además es muy distinta a la del señor Rojas, con quien además lamentablemente el señor Insunza mezcla mis argumentos-.

Porque una cosa es ser a priori contrario a la universidad pública en base a determinado paradigma; y otra ser crítico de la dudable gestión con que algunas son manejadas en el actual sistema “tradicional”.

Si uno valora la educación pública tal como Bello lo hizo, la crítica a la universidad estatal tiene sentido absoluto actualmente. De lo contrario, sólo bastaría con esconder la cabeza como avestruz y dejar que algunas se auto fagociten en base a malas prácticas, como actualmente ocurre con la UTEM.

Ahí existe un buen ejemplo de lo que ha generado este orden “tradicional”, donde lo que algunos llaman “gestión democrática” no es más que un claro y descarado sistema clientelar, casi feudal, que ha permitido el enriquecimiento descarado e impune de algunos, en desmedro de los alumnos. Todo a vista y paciencia de las autoridades de turno, incluso de aquellas que hablan de defender la educación pública. Sólo basta investigar bien.

Por otro lado, de la comparación entre privadas y estatales -en la crítica a algunas estatales- no se desprende en ningún caso una defensa a priori de las privadas, menos aún considerando casos de privadas que presentan serias falencias. Sin embargo ¿El que algunas privadas presenten eso, justifica que las públicas lo hagan? Claramente no.

Lo único que se critica es la defensa corporativa, carente de cualquier tipo de autocrítica al actual statu quo universitario.

Como Bunster dijo: “El problema con la ciencia y la innovación en Chile no está en los investigadores, sino que en el sistema establecido, que incluye al aparato universitario tradicional".

La pregunta es: ¿Cómo queremos nuestras universidades y para qué? ¿Las queremos como gavetas oxidadas como ahora o como soñó alguna vez Bello?

viernes, 2 de julio de 2010

AUTORITARIOS DE DERECHAS E IZQUIERDAS

La comparación entre Hitler y Allende, hecha por José Piñera, ha hecho surgir el viejo debate en torno a si el fascismo es una ideología de extrema derecha o extrema izquierda. En general, desde ambos lados del espectro se lanzan el muerto, desconociendo que el fascismo tiene una impronta autoritaria heredada del conservadurismo de derecha.

Actualmente, muchas personas tienden a posicionarse en el espectro político, en base a la dupla izquierda-derecha, pero sin tener claro que implica ésto. Más aún si analizamos históricamente dichos conceptos.

Según Sheldom Richman “Los términos al parecer se utilizaron por primera vez en la Asamblea Legislativa Francesa después de la revolución de 1789. En ese contexto los que se sentaron en la parte derecha de la asamblea eran firmes partidarios de la destronada monarquía y de la aristocracia - el Antiguo Régimen - (y, por tanto, conservadores), mientras que aquellos que se sentaron a la izquierda se oponían a su reincorporación (y, por tanto, eran los radicales). Debería deducirse de esto que los libertarios, o liberales clásicos, se sentarían a la izquierda”.

Es decir, los izquierdistas en su sentido original, se oponían al Antiguo Régimen y todo lo que éste significaba: concentración del poder y la riqueza, además de nepotismo basado en una estructura de privilegios sustentados en el Estado monárquico.

Por eso, contrario a lo que hoy se piensa, los izquierdistas no eran todos colectivistas, ni estatistas, autoritarios y menos aún marxistas (el marxismo de hecho aún no surgía como tal), sino también individualistas, libre mercadistas del laissez-faire, socialistas y mutualistas. Entre ellos, estaban Bastiat y Proudhon.

Como el mismo Richman dice: “no importa como se mire, el libertarismo era de izquierda”.

Karl Hess también explicaba que la política consta de una “línea recta se extiende desde el extremo derecho donde (históricamente) encontramos la monarquía, las dictaduras absolutas, y otras formas de gobierno autoritario. En el extremo derecho, la ley y el orden significan la ley del gobernante y el orden que sirve a los intereses del gobernante…La extrema izquierda, mientras más alejada esté de la derecha, representa, lógicamente, la tendencia opuesta y, de hecho, así ha sido a todo lo largo de la historia. La izquierda es el lado de la política y de la economía que se opone a la concentración del poder y de la riqueza y, por el contrario, aboga y trabaja por distribuir el poder en el máximo número de manos”.

Como se puede apreciar, el eje central entre los izquierdistas era su oposición a la estructura de privilegios que sustentaba el viejo orden y posteriormente comenzó a cimentarse en el naciente Capitalismo de Estado, mediante subsidios, aranceles, licencias y política de tierras para los terratenientes. Tal como explicaba Murray Rothbard, la asociación entre el aparato estatal y sus beneficiarios privados ya era un tema familiar para los libertarios del siglo XIX como Fredéric Bastiat y Gustave de Molinari.

En este sentido, como explica Richmanla izquierda históricamente ha entendido que el Estado es el más poderoso motor de explotación, a pesar de que las diversas facciones estaban en desacuerdo sobre la naturaleza exacta de la explotación y/o qué hacer sobre la materia”. En esa diferencia radica la posterior escisión entre Marx y Proudhon.

Como explica Rothbard, “mientras libertarios y marxistas se quejaban del poder de las elites ricas, no estaban de acuerdo en el remedio, porque no estaban de acuerdo sobre el origen del problema. Para los marxistas, la plutocracia era un producto del mercado, la clase dominante surgió a través del comercio, y sólo posteriormente tomó el control del Estado. (El propio Marx fue ambivalente sobre esta cuestión, pero Engels solidificó la posición marxista ortodoxa.)”.

Por lo mismo, aún considerando esas importantes diferencias, Sheldom Richman agrega que históricamente: “la izquierda se identificó con la liberación de los trabajadores (en sentido amplio). Hoy no asociamos a los libertarios con esta idea, pero fue en esa época el meollo de la visión libertaria. Puede verse en Bastiat, Richard Cobden, John Bright, Thomas Hodgskin, Herbert Spencer, Lysander Spooner, Tucker, y el resto de los liberales iniciales quienes nunca dejaron de hacer énfasis en el papel del trabajo en la producción”.

Esa liberación que promovía el liberalismo radical, claramente actuaba en contra la estructura de intereses y privilegios del Antiguo Régimen, que los conservadores -la derecha- defendían fuertemente.

No obstante, el paso desde el Antiguo Régimen al nuevo orden liberal –que en parte mantuvo parte de esa vetusta estructura de privilegios- implicó que el liberalismo radical perdiera fuerza y dejara de ser de izquierda, de luchar contra el Estado, y los restos del Antiguo Régimen, como el mismo Rothbard plantea.

Ese debilitamiento produjo también la cooptación por parte de los viejos conservadores de la derecha, de ciertos principios liberales, y que como explica Rudolf Rocker "bajo la influencia cada vez más acentuada, de la monopolización de todas las riquezas, tanto de las naturales como de las creadas por el trabajo social, se desarrolló un nuevo sistema de servidumbre económica. Este sistema ejerció un influjo cada vez más funesto sobre todas las aspiraciones primitivas del liberalismo y sobre los principios auténticos de la democracia política y social". Todo eso causó un vacío en el movimiento libertario.

Rothbard explica algo similar: “en este vacío creado por el agotamiento del liberalismo radical, se acomodó un nuevo movimiento: el socialismo. Los libertarios de hoy están acostumbrados a pensar que el socialismo es el polo opuesto del credo libertario. Pero esto es un grave error, responsable de una severa desorientación ideológica de los libertarios del mundo actual. Como hemos visto, el conservatismo fue el polo opuesto a la libertad y el socialismo…”. Lo mismo dice Rudolf Rocker: "El socialismo moderno no es, en el fondo, sino la continuación natural de las grandes corrientes liberales de los siglos XVII y XVIII".

Entonces, la mayoría de los libertarios radicales que quedaban, comenzaron a oponerse al nuevo Capitalismo de Estado (identificado con privilegios para los dueños del capital, en detrimento de los trabajadores) promoviendo el Socialismo en sentido amplio. El mismo Benjamín Tucker, un defensor del individualismo y el libre mercado, se llamaba a si mismo un socialista, distinguiendo eso sí, entre el socialismo libertario que el defendía, del socialismo de Estado defendido por los marxistas.

Posteriormente, y sobre todo debido a la imposición de la vía marxistas de Socialismo de Estado y el posterior surgimiento de la revolución bolchevique, se tendió a relacionar erróneamente socialismo con marxismo como una única y sola idea. Y como indica Rocker: "la gran mayoría de socialistas, con increíble ceguera, combatieron estas ideas de libertad basadas en la concepción liberal de la sociedad".

Rothbard es claro en decir que “el socialismo, como el liberalismo y contra el conservadurismo, aceptó el sistema productivo y en los objetivos liberales de la libertad, la razón, la movilidad, el progreso, mejores niveles de vida de las masas, y el fin de la teocracia y la guerra, pero se trató de lograr estos fines mediante el uso de medios conservadores incompatibles: el estatismo, la planificación central”.

Es decir, el socialismo perdió su posición izquierdista libertaria original, y se volvió a la derecha en el sentido autoritario, puesto que a diferencia de los izquierdistas como Tucker, los marxistas vieron en el autoritarismo y la dictadura la fórmula para cambiar el statu quo. Ese autoritarismo no es más que un derivado del principio monárquico que los conservadores defendían.

Rudolf Rocker es claro en decir: "Es un hecho significativo que los representantes del socialismo autoritario, en la lucha contra el liberalismo, tomaran prestadas sus armas, a menudo, del arsenal del absolutismo, sin que este fenómeno haya sido ni tan sólo advertido por la mayoría de ellos".

En ese proceso: “La mayoría de los Socialistas (fabianos, lassalleanos, incluso los marxistas) se volvió bruscamente hacia la derecha, abandonado completamente los viejos ideales y objetivos libertarios de la revolución y la extinción del Estado; y se convirtieron en conservadores permanentemente reconciliados con el Estado, el statu quo, y todo el aparato del neo-mercantilismo, el capitalismo monopolista de Estado, el imperialismo y la guerra”.

Eso en parte explica la influencia del marxismo entre los socialistas, en desmedro de otras corrientes libertarias como el anarquismo individualista de Tucker y el mutualismo de Proudhon, que fueron perseguidas en la URSS.

COMUNISMO Y FASCISMO

Como habíamos dicho, una vez derribado el antiguo régimen y agotado el liberalismo radical, surgió el socialismo libertario que luego terminó cooptado por el marxismo.

Por otro lado, algunos libertarios comenzaron a ver con desconfianza los nuevos nexos entre el conservadurismo de derechas y algunos vulgos liberales (en respuesta al marxismo), que estaban dando paso a una nueva plutocracia, al militarismo, el chauvinismo y el imperialismo. Así, Rothbard explica por ejemplo que: “En Inglaterra, los liberales clásicos comenzaron su giro desde el radicalismo al cuasi-conservadurismo en el siglo XIX” debido a la actitud británica hacia la lucha de liberación nacional en Irlanda.

Esas condiciones marcadas por el militarismo, el corporativismo, la reglamentación, el chovinismo nacionalista, una plutocracia populista en apariencia, la apelación a líderes fuertes (elementos a los que los liberales radicales se oponen), cimentaron el auge del autoritarismo de derecha e izquierda durante el siglo XX, reflejados en el surgimiento del comunismo en la URSS, el fascismo en Italia y el nazismo en Alemania.

Por lo mismo, Murray Rothbard plantea que “el fascismo y el nazismo fueron la culminación lógica en los asuntos internos de la corriente moderna hacia el colectivismo de extrema derecha. Se ha hecho habitual entre los defensores de las libertades, considerar el fascismo y el comunismo como fundamentalmente idénticos. Pero si bien ambos sistemas fueron indudablemente colectivistas, diferían mucho en su contenido socio-económico”. Rothbard.

Como dice Roderick Long “hay una diferencia en el énfasis y en la estrategia entre el fascismo y el comunismo. Cuando se enfrentan con las instituciones existentes que amenazan el poder del Estado - ya se trate de corporaciones, las iglesias, la familia, la tradición - el impulso comunista es por lo general a suprimir ellos, mientras que el impulso fascista es en gran medida a la absorción de ellos”.

Rothbard agrega que por lo mismo, “el fascismo fue un movimiento contra-revolucionario que congeló una serie de privilegios monopólicos en la sociedad, en suma, el fascismo era la apoteosis del capitalismo monopolista de Estado moderno. [11] He aquí la razón por la que el fascismo fue más atractivo (que el comunismo, por supuesto, nunca lo hizo) a los intereses de las grandes empresas”.

Como explica Sheldom Richman, en ese contexto se profundizó la confusión entre mercado libre con el Capitalismo de Estado imperante, lo que terminó por diluir los viejos principios libertarios radicales a favor del conservadurismo autoritario vulgo liberal, y por eso indica que en la actualidad algunos seudo liberales “con demasiada frecuencia defienden acciones particulares de empresas privadas (empresas petroleras, por ejemplo), olvidando que las empresas de hoy son el producto de muchos años de corporativismo…El ejemplo clásico es Ayn Rand en su muy ridiculizado ensayo, "Las Minorías Perseguidas de América: las Grandes Empresas."

Por eso, para Karl Hess consideraba que: “Tanto Joseph Stalin como Adolf Hitler presidieron regímenes de derecha, políticamente, a pesar de las trampas socialistas con que ambos adornaron sus regímenes…”.

Lecturas recomendadas:

  1. La influencia de las ideas absolutistas en el Socialismo. Rudolf Rocker.
  2. Left and right, the prospects for Liberty. Murray Rothbard.
  3. The left-right spectrum. Karl Hess.
  4. Libertarismo ¿De Izquierda o Derecha?. Sheldon Richman.