lunes, 11 de marzo de 2013

LA FAMILIA NO ES UN MEDIO


En su respuesta a mi interlocución a su artículo "El error liberal y la politicidad de la familia", Gonzalo Letelier por fin aclara el punto central de toda su elucidación: no todo es familia. Por tanto, “se trata de proteger las familias reales y concretas tal como son”, lo que implica que las políticas sociales deben centrarse en “el bien social que constituyen los hijos y los padres” en tanto familias.

Su crítica a la subsidiariedad negativa liberal centrada en el individuo como agente moral, apunta esencialmente a que ésta obvia que la sociedad también es una entidad moral que tiene fines, sin los cuales no se constituiría como tal, y donde la familia sería el medio necesario para aquello. Soslayar esto, descompondría el concepto de familia tradicional o convencional, entendido como hijos y padres.

Letelier se centra en dos supuestas afirmaciones mías para construir su respuesta. Primero, que “los liberales creen que las sociedades son sólo eso: relaciones libres entre individuos”; segundo, que “las sociedades no tienen inteligencia ni voluntad”.

La primera alusión es incorrecta, pues en ningún caso afirme aquello, sino que: la familia es un espacio surgido de la libre interacción entre individuos (excepto si alguien es obligado a convivir con otro para “formar familia”), que compete exclusivamente a sus componentes. La familia es una institución que al igual que el lenguaje, surge en el proceso constante y espontáneo de interacción entre personas, sujetos o individuos. 

Los liberales tienen claro que en la sociedad existen relaciones de dominación que no necesariamente surgen de la libre interacción sino de la coacción o la amenaza en el uso de la fuerza. De hecho, luchan contra éstas, promoviendo la mayor cantidad de relaciones originadas de mutuo acuerdo –lo que implica el respeto y cumplimiento de los mismos-.

Lo anterior no significa necesariamente que los liberales crean que la sociedad surge de un contrato social, donde supuestamente los individuos atomizados constituyen la sociedad al dejar su estado de naturaleza. En general el contractualismo es visto por los liberales como un mecanismo, y no como un hecho histórico.

No obstante, tienen claro que muchas instituciones y convenciones sociales en realidad han surgido del proceso espontáneo de interacción entre los sujetos. Como la familia, que seguirá existiendo “y flotando”. Y eso no se debe ni deberá a un acuerdo o elección de la sociedad.

En cuanto al segundo punto: Si como Letelier -aceptando el punto de vista liberal- dice: “las sociedades no tienen inteligencia ni voluntad”. Surge la duda ¿Cómo entonces las sociedades definen sus fines como él plantea? ¿Cómo eligen y actúan sin inteligencia y voluntad como él afirma?

Decir que algo no tiene inteligencia ni voluntad pero elige como un todo, es un oxímoron.

Letelier plantea que “las sociedades existen porque muchos quieren lo mismo y deben ponerse de acuerdo en cómo obtenerlo. Esos acuerdos no pertenecen a cada uno de los miembros en particular, sino al todo como tal”.

En este punto, Letelier parece contradecirse su crítica inicial al contractualismo. Extrañamente también, al mismo tiempo que cuestiona la idea de voluntad general de Rousseau –siempre dudosa en cuanto a la libertad- plantea una especie de supuesta voluntad colectiva, pues dice que hay “decisiones colectivas cuyo sujeto es la sociedad y que, por lo tanto, son vinculantes para todos sus miembros”.

Según Letelier, esas decisiones vinculantes para todos, estarían ligadas con los fines de la sociedad, sin los cuales la sociedad no podría constituirse, por lo que la neutralidad estatal que promueve el liberalismo es impracticable. Por tanto, Letelier afirma que “ninguna sociedad puede ser realmente neutral respecto de los fines por lo que existe ni respecto de los medios necesarios para conseguirlos”.

Pero hay un detalle. La neutralidad que promueven los liberales refiere al Estado, el monopolio de la fuerza organizada, y no a la sociedad, que es el conjunto de interacciones entre sujetos. Estado y sociedad no son lo mismo.

Como no son lo mismo, entonces la neutralidad estatal se hace necesaria. Sobre todo en sociedades –ya constituidas- cuya interacción es tan compleja, que han cruzado el umbral de la primitiva homogeneidad tribal. Es decir, en sociedades abiertas donde sus miembros particulares (personas individuales de la especie humana) actúan en función de fines propios, muchos y diversos; comunes o contrapuestos a los de otros sujetos. La neutralidad estatal entonces es necesaria y viable.

Como Estado y sociedad no son lo mismo, el liberalismo no considera a la familia un instrumento, menos “un medio necesario para todo fin realmente social”. Pues eso sería finalmente instrumentalizar a la familia y sus componentes, en función de supuestas decisiones colectivas, que en realidad son decisiones tomadas por sujetos que ejercen el monopolio de la fuerza, en nombre de la patria, el pueblo, la voluntad general o el bien común. 

A quienes se consideran liberales o siguen sus preceptos, les interesa la familia, por una razón más importante que considerarla un tema público. Les interesa la familia porque todos nacemos y hemos crecido en familias, en las cuales nos vamos constituyendo como personas únicas -fines en sí- libres de formar nuevas familias.

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